Veréis asomar la ciudad dorada
R.L. Stevenson
La referencia a una naturaleza sentida más que avistada ha venido expresándose en Angel Guache a través del informalismo. Ya su temprana adscripción al soporte-superficie con la serie La blancura de la ballena (1976) tuvo su origen en una experiencia literaria (H. Melville) relacionada con la naturalez.a. Posteriormente, su Serie negra (1980-82) incorporaba nuevos elementos: el espesor matérico; la concentración del pigmento, aplicado mediante un toque puntual cuya huella era visible; las referencias minerales y vegetales de un paisaje donde las alusiones a la naturaleza del norte se derivaban de la textura pictórica y no de una inexistente forma figurativa.
En las Pinturas italianas, presentadas por vez primera en 1983 (Arte asturiano de hoy; Museo Municipal de Madrid), la metáfora orgánica por excelencia que, como han mostrado R. Rosenblum y P. Zucker, es la de la ruina, se presenta bajo una impronta de estét\ca de la felicidad que goza en rescatar las impresiones suscitadas por los restos de antiguas civilizaciones itálicas. Oros y azules pálidos dominan en esta serie, a alguna de cuyas obras no es ajena tampoco la experiencia de Bonnard.
En Las islas (1984), denominación homónima al título del más bello libro de lean Grenier, con cuyo espíritu se identifica el pintor, vuelve el artista la mirada hacia el norte y prescinde de la anterior complacencia cromática; más mediterránea. Verdadera continuación de la Serie negra, este conjunto de obras sustituye aquella minuciosidad casi topográfica por una fluidez nueva de trazos blancos sobre fondos negros con muy poca pasta. Y al disolverse la consistencia de la materia, el mundo mineral antes evocado se vuelve mar en movimiento.
Javier Barón
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