FOTOGRAFÍAS DE PELAYO
Pelayo Suárez, fotógrafo diferente y director de fotografía cinematográfica, es hijo del muy conocido pintor español Antonio Suárez, uno de los fundadores del «Grupo El Paso» y maestro abstracto universalmente valorado.
Su hermano Marcos es escritor y guionista. Es, por tanto, el hogar de los Suárez un refugio de creación e inquietudes artísticas. Pelayo y Marcos han recibido desde niños, en el contacto permanente con sus progenitores Geles y Antonio, esa vocación de conocimiento y de creación que florece más fácilmente en un clima como el de su hogar, que cuando el artista en ciernes tiene que descubrir por sí solo el camino. Los cuadros de Antonio hicieron nacer en su hijo Pelayo el gusto por la fotografía en color. Se trata, no obstante, de unas fotografías diferentes de las habituales. Ello no sólo se debe a que Pelayo compone sus fotos igual que si se tratase de cuadros, sino a un proceso de solarización que le permite dotarlas de unos colores, luces y resoles que son, tal vez, más reales que la realidad misma, pero que a causa de ello nos producen, a veces, esa misma sensación de irrealidad suscitadora que se da en la mejor pintura surrealista.
Hay dos cualidades que aunque no puedan ser consideradas como valores artísticos en sí mismas contribuyen a darle unas resonancias especiales y más conmovedoras a cualquier obra de arte: son la ternura y la magia. Fácilmente se ve-que Pelayo siente una ternura no prefabricada por los humildes rincones u objetos que sume luego en las luces aleteantes de su universo fotográfico. La magia se da asimismo en el tratamiento de esas luces de cerámica de reflejos metálicos, que parece huirnos en un movimiento delicado y sutil. Es una magia con misterio y con duende: pura creación, por tanto, en un mundo de esncias, y no tan sólo de apariencias.
Carlos Arean
PELAYO Y EL INSTANTE
En un principio pudiera pensarse que la fotografía es cosa de los ojos y de un impulso nervioso que oprime cierto botón para poner en marcha todo un mecanismo.
Y así debe ser en cuanto a ciertas fotografías que parecen nacidas del mirar y el tomar decisiones hay, sin embargo, otro tipo de fotos que parecen estar sometidas a distintas razones, que surgen de un curioso y suave equilibrio entre la emoción y el instante.
Después, bien me lo supongo, vendrá todo un proceso de elaboración sobre este primer encanto logrado; vendrán las horas de laboratorio y decisiones; pero la razón que parece desprenderse en este tipo de fotogra
fías a la que me estoy refiriendo de forma tan ambigua, han de nacer del instante y de la emoción. Guiados por este inicio de teoría, yo podría suponer que hay ciertas fotos que hubieran podido ser hechas por un ciego que se dejara llevar por la emoción que produce un cierto aire cálido, un rumor de pájaros, un canto lejano, una humedad en el rostro.
Pelayo no es un fotógrafo que se deja llevar por los ojos, sino por esa emoción del instante a la que me refiero.
Yo lo he visto, con la cámara en la mano, pasar indiferente ante todos los atractivos estéticos que enloquecerían a un fotógrafo visual; lo he visto pasarse un día entero sin sacar una sola fotografía, a pesar de ir dejando atrás ruinas, iglesias, árboles enormes y amigos sonrientes.
Entonces, ¿qué buscaba ese muchachito bajo, de bigote apenas proyectado, de cuidadosa actitud ante la vida?
Yo pienso que estaba esperando, hora a hora, ese instante que sólo la emoción señala.
No es un fotógrafo que haga decenas de fotografías, sino un joven que busca, espera, aguarda por la foto.
Que pasa entre cientos de cosas mirándolas,, pero resistiendo su ofrecimiento visual; que. pasa a la espera de ese relámpago que le advierte que el instante se ha desatado y la emoción lo empapa todo.
Pelayo es muy joven, fastidiosamente joven, y tiene ante sí muchas fotografías y muchos momentos luminosos.
Pero ya se anuncia como un artista verdadero, como un creador que ha elegido ciertos caminos, ciertas actitudes y ciertos objetivos.
Y pienso, desde mi absoluta lejanía con los fotógrafos al uso, que se ha plantado allí donde se debe de plantar un artista.
Paco Ignacio Taibo
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