PEQUEÑOS APUNTES
Al pintar, borramos de nuestra mente pincelada a pincelada una idea para plasmarla en el cuadro; en este sentido, podemos considerar la acción de pintar como un ejercicio de limpieza. En mi caso, el proceso pictórico se inicia al llevar a la superficie del lienzo un sencillo dibujo, el cual, una vez allí instalado, requiere otras compañías, otros arropamientos. Son esas esquemáticas líneas, las que desencadenan el laborioso proceso que vendrá a continuación, no en vano, en la tela se libra la batalla entre lo que somos y lo que queremos ser, entre lo que sabemos y lo que aún no conocemos.
Mientras pinto, no pienso para nada en significados, me concentro simplemente en la resolución del problema planteado, en la realización de un hecho estético, el cual es antes sensible que inteligible. Añado formas, quito o modifico otras, matizo los colores en busca de una determinada tonalidad, permanezco atento a la composición, y así hasta que la amalgama informe cobra vida, hasta que deja de fluir la idea. Podríamos considerar que entre la mente y la tela a través del conducto brazo, se produce el principio de los vasos comunicantes: concluimos la obra cuando se igualan los niveles.
La declaración de intenciones por parte del artista, nada aporta. A fin de cuentas, en la superficie pintada está todo lo que se tiene que decir, en la combinatoria de la materia, está su expresión, la carga del contenido.
Es bueno para el arte que las obras conserven un cierto grado de oscuridad, que lo creado no se deje desentrañar fácilmente. Si a cada significante le acoplásemos su correspondiente significado, convertiríamos nuestro mundo en una absurda y aburrida planicie.
Creo, en contra de lo que muchos opinan, que la pintura sigue estando viva, y así será mientras existan seres humanos. Con un simple carbón de una hoguera, quien esté capacitado para ello, podrá hacer grandes obras. Es cierto que las dificultades son grandes, que resulta muy difícil realizar nuevas aportaciones, pero precisamente por eso, los logros serán más meritorios.
Luis Fega
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