Pinturas móviles
Ángel Antonio Rodríguez
Cinco años después de su flamante apertura en pleno barrio de Chelsea, la High Line de Nueva York une el MeatPacking con la calle 34 a través de una vieja línea férrea elevada, convertida ahora en jardín público, elevándose sobre centenares de edificios eclécticos, entre ruidos y horizontes cubiertos de arquitecturas contemporáneas que solo contrastan con la majestuosidad del río Hudson. En el corazón de esa zona, al comienzo del nuevo paseo, abrirán estos días el Museo Withney bajo el diseño de Renzo Piano, para conectarlo con el distrito de las galerías. Se multiplican las imágenes y las propuestas de la megalópolis que aún mantiene la esencia de los pintores callejeros de los años ochenta, mientras jóvenes transeúntes admiran las máquinas abandonadas y sus nuevas fábricas de ideas, productoras de expectación, como metáfora de nuevos proyectos caóticos e intrigantes.
Los nuevos ritmos de las grandes ciudades son instantes móviles para juegos efímeros, teatros urbanos que atesoran secuencias móviles para esas gentes móviles que caminan siempre con prisa y nunca con pausa, bajo el imaginario vertical, cosmopolita y vibrante que respira una velocidad desenfrenada en lo inmediato. Fragmentos móviles para estructuras móviles; Nueva York es la ciudad del exilio, del discurso móvil, y los jóvenes artistas que la habitan desde dentro (y desde la distancia) emplean iconos móviles, trabajos móviles, lecturas móviles para fanáticos de los museos, los talleres, los cafés, los clubes, entre la independencia de vivir y el milagro de seguir viviendo. Como hacen también las nuevas pinturas (móviles) de Edgar Plans (Gijón, 1977) en su quinta exposición individual con Cornión, once años después de aquella primera muestra en la galería gijonesa que tituló "Abstracción melódica de cromatismos musicales" y formaba parte de la generación de becarios AlNorte 2004, dentro de las actividades de la III Semana de Arte Contemporáneo de Asturias. Ya entonces, nuestro joven pintor fundía pintura y música alternando un friso horizontal de composiciones que hacían las veces de partitura, configurando una serie de matices sorprendentes. Ya entonces era amigo de las ideas móviles, partiendo del ritmo urbano, el color, la ironía, el gesto, el entusiasmo y muchísimas horas de trabajo. Poco a poco, Plans ha logrado proyectar su trayectoria y su repercusión dentro y fuera de Asturias, nutriéndose de herencias y querencias múltiples que tratan de sintetizar en estos últimos proyectos.
La nueva exposición de Plans ("Mobile Ideas") se inspira en esos viajes de ida y vuelta de los artistas cuando inician, constituyen, refuerzan, reparan o mantienen su mundo creativo, con la mente como equipaje y los recuerdos, las amistades, los caminos y las experiencias como compañeros de viaje. Se trata, pues, de pintar esa particular fábrica de ideas del artista, ligado siempre a la cotidianeidad de tales búsquedas y a sus continuas experimentaciones. No en vano, Plans ha elegido el arte como camino, puente o umbral liberador de ese estado de incertidumbre que se expone permanentemente a los demás. Así, paso a paso, regresa una y otra vez a su particular casa de ayer (la ciudad, la casa, el estudio, la nostalgia de un padre) para percibir el rasgo distintivo de su manera de ser, para crecer como persona y como artista, para descubrir sus orígenes, como aquel ser descentrado que definió Gaston Bachelard en su "Poética del espacio" que, consciente de su propia finitud, redescubre la seguridad de aquel hogar y la existencia infantil que lo envuelve.
Globalización y singularidad
En los anteriores proyectos de Plans he tratado de contextualizar su quehacer, que hoy conviene repasar para este nuevo envite. Su carrera se inició con aquella espontaneidad que patentó en AlNorte04 y que, afortunadamente, no ha perdido, ligado a Gijón desde la tradición familiar pero con la mirada hacia el resto del mundo. Hijo de una generación que goza de ricas herencias, durante esta larga década ha sabido equilibrar esa actitud de riesgo que ya movía a los grandes pintores gijoneses de la segunda mitad del siglo XX, que se refleja en otros veteranos y que le ha permitido participar e importante red de movimientos socio-culturales en esta dinámica ciudad, cuna del arte contemporáneo en la región. Plans tuvo ocasión de conocer de primera mano la heterogénea situación pictórica de la región, donde confluyen tradiciones y nuevas tecnologías, la globalización y la singularidad. Tuvo (buscó, encontró) oportunidades para conversar con intelectuales y artistas que tomaban prestados ciertos guiños del pop y los nuevos soportes, y de otros que practicaron realismos imaginados, y arquitecturas del silencio, y espacios amplios, y corrientes metafísicas, y vacíos expandidos, y atmósferas profundas, y naturalezas y paisajes urbanos y paisajes humanos. Estudió esos movimientos, y otras tendencias conceptuales, admiró la pintura-pintura, y profundizó en numerosas hibridaciones. Atendiendo a su entorno, con su declarada admiración hacia autores tan cercanos como Pelayo Ortega, que combina la esencialidad pictórica y la capacidad ilustrativa, la física de la pintura y la alternancia de figuraciones y abstracciones, desde la coherencia de lo local y la resonancia internacional. Y también ha sabido conjugar los recursos experimentales de Basquiat, Dubuffet, Cy Twombly o Motherwell con otras fusiones, como música clásica, el rock o el blues, partiendo del graffiti como filosofía experimental y del dibujo expresado a través de líneas frenéticas, universos de aspecto primitivo, contrastes tonales y espacios que convierten al lienzo en el muro y a la caligrafía callejera en un hecho claramente estético.
Cultura familiar, pues, desde el respeto a lo local, la globalización y la capacidad de observación. Dedicación intensa, como hemos dicho en otras ocasiones, configuran esas presencias más o menos evidentes que advertimos en la obra de Plans, que nunca ha renunciado al sentido lúdico de las cosas. Usa el tiempo, el azar, la sedimentación o la huella sin aspavientos ni amaneramientos, en una suerte de protocolos mágicos que se tornan cómplices del espectador para, más allá de propuestas contradictorias acerca de la agresión, la muerte o la conservación y lejos, muy lejos de los mítines o las congojas, valerse de la acumulación de recursos sígnicos (frases, símbolos, figuras...) y desarrollar esa neonarratividad que el pintor salpica de numerosos recursos. Las alusiones a la pintura y la música, a las teorías de Kandinsky, que pululaban en aquella primera exposición en Cornión, hoy han evolucionado hasta los nuevos ritmos que nos ocupan, entendiendo el color como medio, con el ojo como macillo y el alma como piano para inspirar sus melodías. Tal como hizo Mondrian (en Nueva York) con el Empire State al dirigir un concierto nocturno de luces aleatorias e intermitentes en "All That Jazz" o en su "Brodway Boogie-Woogie", Plans habita las tardes, noches y madrugadas disfrutando (en Gijón) sus playas, sus bares, su hogar y sus amigos mientras viaja (física o virtualmente) a La Habana, Madrid, Barcelona o N. Y., para alimentar más y mejor esta ensalada de formas y colores.
Factorías pictóricas
En "Mobile Ideas" las factorías inventadas por Plans nos hablan, desde el nuevo taller del artista, sobre otros caminos para explorar el mundo sin salir casa. Son un caleidoscopio de luces que parpadean generando decorados salvajes entre grafismos, detalles arquitectónicos, carteles, sabores y murmullos que recuerdan esa sinfonía de la gran ciudad, patente en cada etapa anterior y en cada uno de estos cuadros. Ahí, Plans nos traduce la incipiente madurez que le habita, compensando sus paseos downtown y uptown entre rostros desfigurados mediante citas, mordacidades, denuncias, magmas cromáticos, casas, ruedas, calles, barrios, surcos febriles y otros divertimentos resumidos en piezas tan logradas como "An artist mind factory", una de las más contundentes de esta nueva exposición.
Cuando a Picasso le insinuaban que era demasiado viejo para hacer una cosa, procuraba hacerla enseguida, para despistar. Supongo que Plans se está haciendo mayor, a pesar de su aún juvenil aspecto físico y a la apariencia infantil de sus obras. Y supongo que, inconscientemente, evita el paso del tiempo mediante los rituales que desarrolla cuando pinta estas pinturas. Plans sabe que envejecer no significa madurar y que hacerse viejo, con gracia, puede ser fantástico. "Cuántas veces he querido ser abducido, estar abducido, sentirme abducido mi mente lo ha sido, mi cuerpo no lo ha conseguido", escribía en su última exposición individual en Cornión, hace tres años. "Mi mente viaja a otro mundo, lo llamo Mi Mundo", decía. "Lo que pinto es lo poco que me acuerdo de estos viajes". Los mestizajes son tan frecuentes en sus cuadros como los cambios de paleta, frenéticos, incluso disparatados, con ingeniosas claves compositivas; por eso abundan aquí las "Casas" y las "Mudanzas", como espejos que reflejan su espíritu rebelde e inconformista, muy poco afín a las rutinas. La energía de sus cuadros reside en pequeños detalles, pequeñas cosas que estimulan la concordia, experimentando la elocuencia frente a la grandilocuencia y motivándose también por lo intangible.
La memoria es un regalo. Y hablar de la memoria es hablar del recuerdo, evitando el olvido. Plans habla de la memoria y la relaciona con el tiempo de estas pinturas, obligándonos a pensar ese espacio y recordar sus huellas para deshacer los pliegues que acogen cualquier deseo de recuperación o de nostalgia. Por eso aquí la ausencia es tan atractiva como la realidad material. Los artistas primitivos perseguían espíritus ausentes, ejes para filtrar las formas y plasmar reproducciones que no fuesen sino una voluntaria producción de imágenes nuevas. La evocación solitaria de los pintores románticos, la pureza geométrica de la abstracción, el impulso del expresionismo, los relojes blandos cual metáforas dalinianas de la persistencia de la memoria fueron, como las pinturas negras de la oscuridad del Goya anciano, ejemplos inmemoriales. Las remembranzas son aquí las riquezas, el único paraíso del que no podemos ser expulsados, las joyas etéreas y los puentes entre la ilusión y la añoranza.
Plans sabe que hacerse viejo es obligatorio (nos guste o no) pero crecer es opcional. Y también sabe ya que uno pasa sus primeros veinte años de existencia creyendo resolver los enigmas del mundo para continuar las dos siguientes décadas reflexionando sobre ellos y confirmar, finalmente, que la mejor solución es gastarse los ahorrillos cuanto antes. Y tal como aquellas crónicas marcianas que mostró en 2012, hoy también levanta sonrisas con estas "Mobile Ideas" que filtran nuevamente su universo grafittero alternando los primeros planos y los fondos sin abandonar el caos aparente de la composición final. Morfológicamente, las construcciones se concentran ahora en el centro de las telas y los papeles, bajo invocaciones perfectamente plasmadas en varias piezas ("Piramids maker crane", "Shipyard crane") donde Plans revisa sus propios estereotipos y asume esa suerte de función territorial que define sus pasos, entendiendo la ciudad contemporánea como propiedad colectiva e individual y constatando, quizás sin pretenderlo, su propia filosofía de la cultura. Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. Acaso el pintor nos esté invitando a penetrar sus invisibles pensamientos (¿"Just writing my name", "I just can't stop!", "If art like this is a crime, let god forgive me"?) tomando esos elementos de la iconografía popular, del diseño gráfico, de la ilustración o del Street Art, y conjugando motivos geométricos, recursos tipográficos, siluetas y logotipos en ese embrujo inspirado en el writing neoyorkino de un gijonés que apuesta también por la polémica y el debate abierto. Porque, en realidad, lo único importante es estar juntos. Compartir vivencias, como hace este artista que (todavía) se divierte creando. Y se le nota; disfruta, genera sus impulsos obsesivos y huye de cualquier dogma, salvo de la pasión, la única doctrina válida para seguir pintando.
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