La vuelta a casa de PELAYO ORTEGA
Me dice Pelayo que le escriba un pequeño texto para el catálogo de su nueva exposición en Cornión, y yo, agradecida y nerviosa por la responsabilidad que eso conlleva, acepto su proposición. Son muchos años los que me unen a este artista y amigo; en Cornión Pelayo me ha visto crecer, y yo le he visto a él, de una forma natural y casi sin darme cuenta, convertirse en el gran pintor que hoy es.
Pelayo es uno de esos artistas que constantemente se renuevan a sí mismos, y en esta exposición lo vuelve a demostrar. A través de una serie de dieciocho óleos sobre lienzo, cartón y papel, y una obra tridimensional -en la línea de las que ya presentó hace tres años en esta misma galería- Ortega hace un repaso a los últimos cinco años de su producción. En sus obras una evolución constante pero sosegada, que no rompe con lo visto en épocas anteriores, sino que lo reinterpreta, en un juego donde el color, o la ausencia del mismo, se hace el protagonista indiscutible. Manchas y líneas se entremezclan dando lugar a composiciones sencillas y complejas a un tiempo, en un constante diálogo entre figuración y abstracción, poéticas literarias y metafísicas.
Geometría, color, línea, delicadeza y síntesis compositiva, son algunas de las palabras que podríamos utilizar para definir una exposición que parece abrir las puertas a una nueva etapa en la obra de este prolífico autor. Una etapa en la que destacan la sobriedad, el equilibrio y la armonía de sus ejecuciones.
De esta manera Pelayo vuelve a Cornión, a su casa. Esperemos que lo siga haciendo durante mucho tiempo y que conserve hasta el final esa capacidad que tiene para sorprendernos y hacernos disfrutar con su pintura.
Elsa Fernández
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