EN BUSCA DE EL DORADO
Hace unos años, con motivo de la exposición "La memoria del agua. 25 años de vertidos", hubo un grupo de conocidos y amigos que me pidieron que les dedicara el catálogo. Supuso para mí un verdadero compromiso. No me agradaba despacharlo con una frase: "Con afecto y simpatía", como la que escribían los futbolistas de mis años mozos sobre su fotografía. Pensar una dedicatoria con algo de enjundia requiere de tiempo y lucidez, y no andaba sobrado de ninguna de las dos cosas. Así que ideé dos o tres dedicatorias entre las que podría elegir la que se adaptara mejor, según mi opinión, a quien la solicitaba. Había una de la que me sentía especialmente satisfecho: "El arte es comunicación, anhelo de transparencia, deseo de encuentro. Sin amor no es posible. Tratemos de devolverle al arte su vocación más íntima". En realidad resume la búsqueda que he mantenido a lo largo de mis años de vida, mi busca de El Dorado.
El arte es comunicación, conectar con el otro, emitir tu señal, hacer presente tu paisaje interior. Compartir. Mi verdadera vocación es el encuentro. En la juventud esta vocación a veces quedaba un poco disminuida por otras vocaciones que el tiempo va poniendo en su sitio: el deseo de éxito económico, de triunfo social, de reconocimiento. De todas estas otras, hoy solo me quedo con la de poder vivir dignamente, pues el resto solo produce frustración y te arrastra a la inconsciencia.
Fondo y forma, ética y estética, contenido y continente. La forma o, lo que es lo mismo, la estética, es algo relativamente fácil de valorar, hace referencia a los recursos técnicos y al talento, a la capacidad de expresión y al dominio del lenguaje pictórico. A lo largo de la historia de la pintura nos encontramos con artistas con más recursos que talento y al revés, y en algunos casos con obras plenas de recursos y talento. Sin embargo, el fondo, o la ética, ya es más difícil de valorar y es de lo que nunca se habla. La pregunta sería ¿cuál es el contenido a comunicar? Esto, ciertamente, no le importa a casi nadie. Plantearse qué transmiten las obras plásticas es algo que no suele ocurrir. Todos hemos visto obras cargadas de recursos y de talento y con un contenido enfermo, perverso o incluso aberrante. Durante años no me hice esta reflexión, a no ser que el caso fuera demasiado claro. ¿A mí esto me interesa? ¿Qué me aporta? Evidentemente todo interesa y aporta, pero ¿hasta qué punto? Un loco (?) puede tener mucho que decir y decirlo bien. Un cuerdo (?) puede tener un discurso maravilloso con un contenido verdaderamente despreciable. Suele ocurrir que la calidad humana, por tanto cultural, del artista esté en consonancia con la calidad de sus contenidos. La humanidad del artista determina el interés del contenido de su obra. Y cuando hablo de contenido, de fondo o de ética, no me refiero al mensaje, al contenido teórico, a lo que trata de decir el artista, sino a lo que subyace bajo su pintura, a lo que dice, la mayor parte de las veces, inevitable e involuntariamente. El lenguaje de la pintura no está hecho para la reflexión o los contenidos filosóficos, puede haberlos pero están al margen del lenguaje pictórico propiamente dicho. La pintura, la escultura, la música, la danza", utilizan lenguajes más lejanos a la razón y más próximos a la sensibilidad o, lo que es lo mismo, alejados del neocórtex y próximos al sistema límbico, e incluso al cerebro reptiliano. La inspiración consiste en atajar por los prados, en no estar haciendo lo que hago yo en estos momentos, comiéndome la cabeza, sino en expresarse con un brochazo, un corte, un silencio, una leve inclinación", cualquiera de estos gestos va inevitablemente cargado de nuestro contenido humano, de nuestra manera de ser y de vivir la vida. Lo que se necesita es que al otro lado haya alguien dispuesto y capaz de percibirlo y sentirlo (por suerte siempre hay). Esta es la comunicación, este es el encuentro, este es para mí El Dorado. La búsqueda que inicié cuando era niño. En busca de El Dorado en la conquista de América de Aguirre y compañía es justo lo contrario. Su ambición era el oro, y esa ambición impide la otra, la de transparencia y encuentro, y hace imposible el amor. Así pues, tratemos de devolverle al arte su vocación más íntima.
José Arias.
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